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Claude Monet amaba la jardinería. Leyó obras de referencia, visitó exposiciones y buscó el consejo de expertos. En 1883 se sintió atraído por Giverny, un pueblo del norte de Francia. Aunque inicialmente solo alquiló la casa y el terreno, convirtió la huerta en un verdadero paraíso vegetal. En 1890 compró la propiedad y amplió su jardín: hizo construir un puente, construyó un estanque y sembró con los nenúfares de fama mundial. Su estudio daba al jardín. Esto le permitió rodar libremente por la habitación con su caballete, que estaba sobre ruedas, capturando nuevas luces y perspectivas en cualquier momento del día.
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